Angelo no pudo despegar la mirada de su esposa durante toda la cena, demasiado atento a cada uno de sus movimientos. La forma en que sus labios se cerraban sobre el tenedor o cómo sus ojos se iluminaban cuando él lograba arrancarle una sonrisa. Sin darse cuenta se estaba enamorando perdidamente de ella, y lo hacía a un ritmo alarmantemente rápido. Se preguntó si la primera vez había sucedido igual.
Su cuerpo reaccionó cuando ella dejó escapar un gemido al probar el postre. Sabía que Lionetta solía cuidar su alimentación con estricta disciplina, pero algunas noches, como esa, se permitía ciertos placeres. Angelo disfrutaba aún más que ella al verla comer con tanto placer.
—Creo que cambié de opinión —dijo—. Me gustaría probar un poco del postre.
—Llamaré a Roberta.
—No es necesario, solo quiero un poco. —Abrió la boca, dejando clara la implicación de sus palabras.
Lionetta sonrió y le extendió la cucharilla con un poco del pastel. Angelo cerró la boca con lentitud sobre la cucharilla s