Una melodía clásica, suave y envolvente, llenaba el gimnasio. Lionetta se sujetó de la barra de ballet y comenzó con sus calentamientos. Llevó una pierna hacia adelante, luego hacia atrás, mientras inclinaba el torso hacia el frente con elegancia, alargando cada músculo antes de volver a erguirse y desplazar la pierna hacia un costado.
Después de un rato, cambió de posición, variando la rutina. Podía sentir cómo sus músculos comenzaban a desperezarse, a calentarse poco a poco.
Cuando culminó con el calentamiento, se soltó de la barra y caminó hacia el centro del piso flotante recubierto con vinilo Marley. Angelo se había asegurado, durante la remodelación de la casa, de que el gimnasio incluyera un espacio especialmente pensado para que ella pudiera bailar.
Dio la orden para que el reproductor cambiara a otra música y comenzó a ejecutar una de las tantas rutinas que se sabía de memoria. Siempre se aseguraba de mantener sus movimientos seguros y tranquilos. Bailaba para relajarse y par