Lionetta se quedó en silencio. El impacto de la situación la había dejado en shock. Y, aunque hubiera sido capaz de hablar, no estaba segura de que fuera prudente decirle algo a Angelo en ese momento. No sabía cómo podía él reaccionar a cualquier información que le diera.
Alzó la mirada hacia el médico, esperando que él se hiciera cargo de la situación. El hombre debió escuchar su súplica silenciosa porque empezó a hablar.
—Tus padres están afuera. —La voz del doctor transmitía calma—. Más tarde los haré pasar para que puedas verlos. Pero por ahora necesito continuar con tu evaluación.
—Todavía no me has dicho por qué estás aquí —dijo Angelo, quien no había dejado de mirarla en ningún momento.
Lionetta sintió que se le encogía el pecho. Era como si estuviera escuchando a un desconocido usando la voz de Angelo. Su tono sonaba frío. Y su mirada… esa mirada que antes solía envolverla con ternura, parecía vacía y sin rastro del hombre que la había sostenido en sus brazos hace unos días