El coche se detuvo frente a la imponente verja de la Mansión Brévenor. Valeria y Mauricio intercambiaron una mirada cargada de complicidad y tensión. Eran dos espías cruzando las puertas del cuartel enemigo.
Antes de cruzar el umbral, se tomaron de las manos en un gesto pactado, pero Mauricio no pudo evitar una sonrisa irónica y un comentario en voz baja, solo para ella.
—Al menos esta vez no hace falta maquillaje. Nos vemos bien follados.
Valeria le guiñó un ojo, un destello de su personalidad verdadera asomando a través de la farsa.
—Es el brillo de la "felicidad conyugal", cariño. Aprovechémoslo.
Al entrar en el vestíbulo, el cambio los golpeó de inmediato. Valeria contuvo la respiración. El aire olía a pintura fresca y a cajas recién abiertas. Donde antes colgaban los austeros retratos familiares, ahora había cuadros de arte moderno, agresivos y coloridos. Mauricio frunció el ceño, observando a los empleados que desempacaban jarrones de diseño y rearrimaban muebles.
En ese ins