Gloria yacía en la cama, pálida y con los ojos cerrados, cuando el médico terminó de examinarla. Esteban, de pie a los pies de la cama, no sabía qué sentir. Las palabras del doctor resonaban en sus oídos: "La felicito, señor Brévenor. No sabía que esperaba noticias tan felices. La señora está embarazada."
Ricardo, que observaba desde un rincón con los brazos cruzados, al principio mostró escepticismo. Pero luego, una carcajada seca y cínica escapó de sus labios.
—¿En serio, Esteban? —dijo, meneando la cabeza—. ¿Cómo dejaste que te engatusaran así? Es obvio que lo hizo a propósito para atraparte.
Esteban se pasó una mano por el rostro, la confusión nublando su juicio. Llevaba casi dos meses acostándose con ella. No siempre se habían protegido… era posible. Pero la duda, sembrada por Ricardo, crecía como mala hierba. Necesitaba respuestas. Ordenó de inmediato análisis de sangre para determinar la edad gestacional real. No se dejaría engañar; conocía las tretas de mujeres oportunistas. T