La pregunta de Valeria lo dejó sin aliento. ¿Por qué su padre le vendió Finca Diamante a Esteban Brévenor por casi nada? Ella no solo sabía su verdadero apellido, sino que había conectado las piezas clave. El suelo pareció ceder bajo sus pies.
—Sé que tengo mucho que explicar —dijo, acercándose con cautela, sus ojos suplicando una tregua que no merecía—. Pero no te prometo que te contaré todo ahora. Es… complicado. Y lo único que sé es que no quiero perderte.
—No estoy para juegos, Elías —replicó ella, alejándose un paso, endureciendo su corazón contra el dolor en su mirada.
Gabriel intervino, su voz baja pero firme. —Mira, hay cosas muy sospechosas rondando a los Brévenor en este momento. Necesitamos respuestas.
Elías abrió la boca, una confesión a medias en la punta de la lengua, pero las palabras murieron cuando la puerta de la bodega se abrió de par en par. El objeto de su venganza, Esteban Brévenor, entró con una sonrisa fría, acompañado de un hombre joven y apuesto.
—Valeria, mi