La sala de interrogatorios era un cubo blanco y frío, iluminado por la luz cruda de un fluorescente que zumbaba como un insecto molesto.
Elías, sentado frente a la mesa metálica, sentía el hielo del asiento atravesar la tela de su pantalón. A su lado, Darío Silver, su abogado, irradiaba una calma tensa, de esas que solo esconden el cansancio de muchas batallas.
Frente a ellos, el fiscal Garmendia, impecable en su traje oscuro, desplegaba una carpeta tan gruesa que parecía contener la sentencia antes del juicio. En la esquina superior de la sala, una cámara con un punto rojo registraba hasta los parpadeos.
—Queda grabada la declaración indagatoria del ciudadano Elías Alvareda Montenegro —anunció el fiscal, con una voz sin una pizca de humanidad—, imputado por el delito de homicidio calificado en perjuicio de Esteban Brévenor y tentativa de homicidio contra Gabriel Brévenor. También se encuentra presente su abogado defensor, licenciado Darío Silver.
Elías asintió. La rabia que h