Valeria logró convencer a Mauricio de salir del hospital con la excusa perfecta: "El bebé y yo tenemos hambre, y necesitamos que nos acompañes a comer algo bueno". Sabía que era la única forma de sacarlo de esa rutina de vigilia y angustia.
Lo llevó a "La Viña Antigua", el restaurante favorito de Mauricio, un lugar lleno de recuerdos de celebraciones familiares y cenas más felices. Por un momento, entre el suave resplandor de las velas y el aroma a vino añejo, trataron de dejar a un lado el peso abrumador de sus realidades. Ambos estaban separados, de maneras diferentes pero igualmente dolorosas, de las personas que más amaban.
Mauricio, aunque intentaba relajarse, no podía ocultar su frustración. —No entiendo por qué no hay fecha para el juicio de Elías —dijo, jugando con su tenedor—. Tenemos pruebas más sólidas ahora, con lo del testamento de tu padre y la declaración que prepara Dario… pero todo va tan lento.
—Y Mario Dume sigue sin aparecer —añadió Valeria, bajando la voz.