La sala del bufete Alero & Asociados estaba impregnada de una solemnidad tensa. Valeria, flanqueada por Dario y Armando, ocupaba un lado de la larga mesa de caoba. Frente a ella, Gloria, pálida y con las manos temblorosas, estaba acompañada por Ricardo, cuya presencia emanaba una seguridad gélida.
Lucas Alero comenzó la lectura del testamento oficial. Las primeras cláusulas declaraban a Valeria Brévenor como única heredera universal. Un destello de irritación cruzándose por la mirada de Ricardo. Pero entonces, el abogado prosiguió.
—Sin embargo, en una modificación notarial fechada hace tres meses, justo después de la confirmación del resultado de la prueba de ADN, el señor Brévenor incluyó lo siguiente —Fermín ajustó sus gafas—: «En previsión del nacimiento de mi hijo póstumo, fruto de mi relación con Gloria Rivas, y en caso de que nazca con vida, modifico mi herencia para que todos mis bienes se dividan a partes iguales entre mi hija Valeria y dicho hijo. Ambos tendrán los mismo