Un dolor sordo en la cabeza y un cólico persistente en el vientre fueron las primeras sensaciones que invadieron a Valeria al despertar. Un quejido leve escapó de sus labios al abrir los ojos, desorientada por la luz suave de la habitación.
—Ya despertaste, mi niña —susurró una voz familiar y llena de alivio.
Valeria giró la cabeza y vio a Clara, quien le apretaba la mano con fuerza, una sonrisa temblorosa en su rostro.
—¿Qué… qué me pasó? —preguntó, su voz ronca por el sueño y la sed.
Sintió entonces otra presión en su otra mano. Al girar, encontró la mirada preocupada de Mauricio.
—Val, ¿no lo recuerdas? —preguntó él, suavemente.
En ese instante, como un torrente desbordado, los recuerdos regresaron con toda su fuerza: la sala del tribunal, la voz del juez declarando la prisión preventiva, la imagen de Elías siendo llevado esposado… y luego, la oscuridad.
—Se llevaron a Elías —logró decir, con la voz quebrada por las lágrimas que comenzaron a resbalar por sus mejillas.