Retrocedo un par de pasos y observo alrededor como buscando ayuda en medio de este valle de angustias que acaba de cogerme por el cuello y me deja sin respiración. Tiemblo de pies a cabeza, pero casi en el acto, la angustia y la preocupación se ven reemplazados por una poderosa fuerza de ira y enojo con la intensidad destructiva de una bomba atómica. Ese maldito quiere a mi mujer. Ella siempre fue su objetivo. Todo se trata de una venganza contra nosotros o solo quiere quitarnos de su camino para quedarse con ella. Quizás ambas. Me doy la vuelta en el preciso instante en que Massimo abandona la habitación con la chica entre sus brazos.
―¡Alfred! ―llamo su atención con un grito furioso―. Lleva a Dee-Dee a la oficina de Massimo y espérame allí con ella. Y no la pierdas de vista.
Rachel se levanta de la cama y se acerca a mí.
―Quiero ir contigo, Lud. No me dejes fuera de esto.
Inhalo profundo. Mientras más esfuerzo hago para alejarnos de los problemas, estos parecen venir a nosotros.
―No