Nunca antes sentí tanto miedo como ahora. La vida de mi mujer y la de mi hijo, penden de un hilo.
―¿Qué m****a, Ludwig? ―pregunta, Massimo, con el mismo tono de desesperación que usé con Victoria, segundos atrás―. ¿Qué es lo que está pasando con Rachel?
Sin necesidad de que se lo diga, Robert comprende la situación.
―Iré a llevar a mi esposa, a su habitación. Voy a pedir que preparen un té para ella, está muy alterada. Me reuniré con ustedes en unos minutos.
Ambos asentimos en respuesta. Espero a que ellos se alejen para tenderle la nota a Massimo.
―Léelo por ti mismo ―le digo con un tono de voz sombrío que augura el infierno que está por venir. Voy a mover cielo y tierra hasta encontrarla―. Pero hazlo rápido, Massimo, porque iré ahora mismo a buscar a mi mujer y nada ni nadie podrá detenerme.
Desdobla la hoja y lee su contenido. Apenas termina de leerla, eleva su cara y me mira a los ojos con determinación.
―Prepararé al equipo e iremos por ella ―me dice determinado―. Pero antes neces