Elizabeth
Elizabeth apenas durmió. El poco sueño que tuvo fue intranquilo, atormentado por las crueles palabras de John.
Al amanecer, se levantó temprano. Su mirada se posó en la ropa que había dejado sobre su escritorio. Empezó a guardarla en su armario.
La mayoría eran vestidos o conjuntos de falda y blusa, casi todos negros, algunos azul oscuro o en tonos grises. Eran sencillos, y algunos parecían uniformes de sirvienta.
Todavía confundida por lo sucedido la noche anterior, Elizabeth intentó encontrar una explicación lógica.
Eligió un vestido negro de manga larga, abrochado hasta el cuello. La falda le caía justo por debajo de las rodillas, le quedaba elegante, pero era exactamente de su talla.
A Elizabeth le gustaba el color negro, pero jamás habría elegido ese estilo por sí sola.
Aun así, se sorprendió: el vestido le sentaba bien.
El contraste con su piel aterciopelada resaltaba sus ojos azul grisáceo, y la tela se ajustaba suavemente a su esbelta figura. Un cinturón ceñía su esb