Con un ligero toque en la puerta del despacho, Elizabeth la entreabrió, vacilante.John estaba sentado en una silla de cuero, detrás de un imponente escritorio.La gran ventana a sus espaldas enmarcaba el jardín cuidadosamente recortado. Al igual que el resto de la casa, el despacho era amplio, sofisticado y, al mismo tiempo, frío e impersonal.A su lado, un hombre permanecía de pie, con una postura impecable. Debía de tener unos treinta y cinco años, era atlético, tenía el pelo castaño peinado hacia un lado y los rasgos austeros.A pesar de su discreta belleza, había una rigidez en su expresión y, cuando sus ojos se encontraron con los de Elizabeth, no revelaron absolutamente nada.—Este es James —anunció John con frialdad—. Su chófer y guardaespaldas. Puede ir a donde quiera, siempre que vaya acompañada por él. Bajo ninguna circunstancia saldrá sola de esta casa. ¿Entendido?Elizabeth asintió, sosteniendo su mirada.— Responde. ¿Lo has entendido?La agresividad cortó el aire, haciend
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