Las luces del edificio de investigación parpadeaban en el atardecer. En una sala oscura, con la ventana abierta al puerto, Maurice estaba de pie junto a Celeste, y su rostro era una máscara de furia contenida.
—¿Así que decidiste sabotear el lanzamiento? —dijo con voz fría—. ¿En que estabas pensando? ¡Estas cosas debes consultarlas conmigo! ¡Acabas de arruinar mis planes de destruir a Isabela y quebrarla de una vez por todas!
—Maurice… —ella bajó la mirada—. Pensé que era el momento preciso. Que necesitábamos caos para ganar la confianza de Alex y debilitar a Isabella.
—¡No! —explotó él—. Lo arruinaste. Tus jueguitos interrumpieron mi plan. Ahora investigaran, pondrán más controles y estarán alertas.
Celeste alzó la cabeza: sus ojos brillaban, entre risa y llanto.
—Acabo de demostrarte que puedo llegar al corazón del problema. Que estoy dispuesta a todo con tal de destruirla y no solo con noticias y publicaciones amarillistas.
Maurice dio un paso hacia ella, su figura era imponente b