—Esto fue lo poco que conseguí en el archivero. —Le mencioné al hombre al frente de mi, dejando las carpetas en la mesa del salon. Una simple accion que desencadeno de inmediato el interes del castaño.
—¿Buscaste bien? —Lo vi tomar los papeles, mientras yo solo comía mi hamburguesa entre manos. —Son tres pisos de documentos, no iba a poder conseguirlo todo hoy. —Le explique con tranquilidad, después de todo no decía ninguna mentira al respecto. —No puedo darme el lujo de esperar toda una vida a que me consigas lo que necesito, así te quedes allí toda una noche necesito que busques más. —Lo vi mover las carpetas, estás solo tenían noticias referente a "Strawberry" y su publicación ilícita que no tenía nada de ilícita. —Pues de aquí a unas dos semanas ya lo habré revisado todo. —La pesada mirada de Atlas se poso en mi, el no muy a gusto con la opción que le mencioné y lo dejo muy en claro. —Una semana, te daré una sola semana. —lo miré estupefacta, era imposible que yo lograra revisar todos los documentos de esos tres pisos en tan solo una semana. Posiblemente en ese lugar tan sucio y recondito del mundo habían archivos desde que incluso Sunday Crazy abrió y él me estaba exigiendo más de lo que yo podía hacer. —Eso es imposible. —Entonces devuélveme el dinero. —Si es posible. —dije sin dudarlo, era imposible a ese punto de devolverle el dinero cuando ya me había gastado todo entre ropa y pagar una parte de la deuda. —Volveré en una semana entonces. —el castaño en frente de mi tiro la carpeta sobre la mesa, los papeles se desparramaron sin control alguno dejando un desorden que la verdad; me daba mucha flojera de recoger. —Que aburrido eres, el primer día que te vi me caías mejor. —le dije sin pensarlo mucho, pero para ser sincera esas palabras salieron desde lo más profundo de mi corazón. Después de todo estaba en lo cierto, el hombre al frente de mí era tan aburrido que solo estar con él me hacía quedarme dormida. No decía chistes, no mostraba expresión alguna, solo tenía una estúpida cara seria y una mirada carente de vida alguna, como si le fueran arrebatado eso que alguna vez le dio motivos para siquiera sonreir. Al principio no pude evitar compararlo con Leah, mi amiga, pero la verdad es que son muy diferentes. Pueden tener el mismo cabello castaño y los mismos ojos verdes pero Leah siempre ha sido mucho más divertida. Siempre ha sido una mujer activa, capaz y valiente. En cambio ese hombre se muestra serio, como si nada le divirtiera. Y no llegaba a comprender del todo si su actitud sería y distante a mi solo me hacía desear más darle otra probada a sus labios, o me hacía querer sacarlo de mi casa a patadas y verlo cuando es estrictamente necesario. —¿Disculpa? —La seriedad del hombre era tanta que toda la habitación se volvió fría en tan solo segundos. Su apariencia no era nada comparado a su personalidad, su apariencia lo hacía ver como alguien agradable. Un hombre caballeroso, pero en verdad solo es una fruta agria por dentro. —Que eres aburrido, no te ríes, no mueves tus labios más que para quejarte, siempre dando órdenes. Aunque se nota tu alto rango en las fuerzas militares, pero eso no te quita lo abu-rri-do. —¿Por qué debería de reírme con una simple niña que trabaja para mí? —Por qué es importante llevarse bien con tus trabajadores, si no quieres que la empresa vaya a la quiebra. —Me tire en mi sillón, mirándolo. —Al menos eres considerado. Me compraste comida. —Tengo algo de compasión por los vagabundos. —Estúpido. Mejor vete de aquí. —Moví mi mano, ordenándole que se fuera. No deseaba respirar en la misma habitación que ese tan insoportable hombre. Estaba indignada, aunque el escuchar su suave risa ante mí indignación me hizo verlo de reojo. —Si te puedes reír, pensé que fue algo de una sola vez. —Trate de fingir sorpresa, aunque yo claramente no soy actriz, soy escritora. Así que no me salió muy bien que digamos. —No soy un robot, Morana Hudghes. —Pareciera. —Lo vi revolear sus ojos, riéndose de mi. —Nos vemos en una semana. —Lo escuché despedirse, así que no lo detuve y solo me despedí con mi mano. Ni siquiera se atrevió a decirme algo más el muy imbécil, pero no podía quejarme. Al menos se había reído. --- —Buenas noches, jefe. —Me despedí de Patrick, ya que después de un largo día de trabajo, ya era de nuevo de noche y al fin tenía otra oportunidad para volver a entrar al archivero. —Recuerda guardar los documentos que deje en mi oficina. —Entendido jefe. —Me levanté de mi asiento, no faltaba mucho para el cambio de turno de los guardias y ese sería el momento perfecto para entrar al archivero sin que se dieran de cuenta. Comencé a organizar todo, tratando de pensar en la poca información que tenía y el como lograría saber que Sunday Crazy está relacionada con la trata de personas en USA. Quería tratar de pensar en razones por las cuales Atlas está tan interesado en este caso, al punto de la desesperación. Pero no encontraba alguna, o al menos no una que sea algo lógica. Tampoco podía sacar muchas deducciones si en los medios de comunicación no hay la información que necesitaba para tal caso. Pero nadie podía negar que estos últimos años el aumento de la prostitución en las calles aumento a medidas preocupantes, dónde incluso varias de las mujeres de la noche comenzaron a pelearse entre ellas, con tal de poder tener a los clientes necesarios del día. Recordaba a la perfección uno de sus puntos principales, después de todo siempre que deseaba escribir escenas eróticas iba con esas mujeres a entrevistarlas y a pedirles que opinaran de mi libro. Ir con ellas era asegurar un momento divertido, y no en un sentido perverso. Ya que por la sangre de esas mujeres circula el mar caribe, la gran cordillera de los andes y la selva amazónica. Todas, sin excepción alguna, eran latinas. «Eso es un buen punto a tener en cuenta.» era buena idea ir más tarde y entrevistarlas, quizás tengan algo más que decir, aparte de opinar de aquellas escena eróticas de mis libros y corregirme como toda la inexperta que soy en el sexo. «Tendré que analizar esa posibilidad para mañana, hoy debo ir al archivero» tras regañarme a mi misma comencé a caminar en dirección al archivero, justo como lo pensé. No habían guardias al acecho. Eso me tranquilizó y mi camino se acortó al desear movilizar el proceso, no deseaba llegar muy tarde a casa. Al menos ahora sabía que todos los sábados los guardias siempre se van temprano y no vuelven a trabajar. Debe ser algún tipo de convenio entre ellos, con tal de no trabajar un fin de semana. Mi destino ya estaba al frente de mi, podía observar la gran puerta del archivero y solo la abrí sin pensarlo mucho. No había nadie adentro, nadie se atrevería a entrar solo y sin compañía como la susodicha aquí presente. Solo que hay una clara diferencia y es que yo conozco estos grandes pasillos con olor a hojas viejas casi a la perfección, me había ganado con mucha honra toda esta experiencia tras cinco años de explotación laboral constante y pagas indignantes. La miseria de ser una escritora y fracasada me perseguía pero al menos todo eso al final dio frutos en resultados que podrían ayudarme hoy en día. Decidí ir directamente al tercer piso, sabía que corría el riesgo de perderme o desorientarme ya que era de los pocos lugares a los que nunca me atrevía a ir por mucho que necesitara los papeles de ahí. Pero el que arriesga no gana, y este era un buen momento para arriesgar un poco. Así que no me espante cuando a mis fosas nasales llegó el fuerte olor del moho de los papeles húmedos por tantos años de abandono, ni mucho menos por el sonido de una rata caminar entre las estanterías, haciendo de las suyas al roer con sus asquerosos dientes las orillas de las carpetas. —Que asco. —El lugar esta tan sucio que iba a vomitar, ya hasta era necesario que prendiera mi linterna, porque ni siquiera había una bombilla funcional y no podía ver más allá de lo que me permitía la luz del elevador.—Esto me recuerda a mi hogar. —Dije para mí misma, a forma de chiste, aunque en verdad fue tan malo que ni yo logré reírme de esa porquería que acababa de decir. En resumen, el lugar es una porquería. Pero verlo me hace sentirme identificada con mi vida, que también lo es. Bueno, cuando fui a ver los strippers americanos no fue tan mala. Los mejores 40 dólares que invertí. «Quizás pueda ir el mes siguiente cuando termine de pagar la deuda.» Comencé a caminar, ya emocionada por aquella idea liberadora de estrés. Aunque para lograr eso primero tenía que lograr un avance significativo qué me asegure que se siga el trato. Así que poco a poco mis pasos comenzaron a dirigirse por los distintos pasillos del lugar, sentía como mis zapatos quedaban pegados al suelo por la cantidad de suciedad acumulada, que solo me daban ganas de vomitar pero al menos no me desviaba de mi objetivo principal. Buscar información.