Mundo de ficçãoIniciar sessãoMILA
La mañana se ha levantado como un golpe de cuchillo.
Demasiado vivo. Demasiado claro. Corta el aire con una crueldad seca, recordándome que la noche no ha borrado nada, no ha calmado nada.No he dormido. No realmente. El sueño se ha negado a llevarme, dejándome sola con mis pensamientos, esas bestias feroces que me devoraban trozo a trozo. He contado los segundos, los minutos, el corazón latiendo demasiado fuerte, hasta que el amanecer me encuentra aún despierta, vacía, pero incapaz de hundirme.
Cuando sonó el despertador, ya tenía esa extraña sensación: la de haber luchado toda la noche contra algo invisible. Y haber perdido.Mi cuerpo es pesado, mi rostro tenso, mis ojos arden como si hubiese llorado sin parar. Pero no he llorado. Por orgullo. Por desconfianza. O porque una parte de mí aún se niega a admitir cuánto me falta.
Me levanto. No porque tenga fuerzas, sino porque quedarme en esta cama fría, inmóvil, es aceptar ahogarme en el vacío que ha dejado atrás. Y me niego a dejarme engullir. No delante de él. No delante de Nolan.
El coche es silencioso. Un silencio extraño, tenso, que no es el del descanso sino el de pensamientos demasiado pesados. Los cristales reflejan nuestros rostros, pálidos, cerrados, casi extranjeros. Me siento como un fantasma entre ellos.
Entonces lo veo.Él: Nolan.
Ya está allí, cerca del avión, apoyado contra el ala metálica, inmóvil, como una sombra de metal forjada para el mando. La mandíbula apretada, la mirada perdida en el horizonte. Parece cansado, pero no roto.
Sus rasgos son más duros aún esta mañana. Como si la noche no solo hubiera mordido su piel, sino grabado en él una decisión que no logro leer.Ni una palabra ni una mirada.
Ese vacío me devora.
Es peor que una bofetada, peor que un estallido de ira: es el vacío.Subo a bordo sin buscar sus ojos, como si nos hubiéramos convertido en dos extraños obligados a respirar el mismo aire.
Pero lo siento, como una tensión eléctrica que atraviesa la cabina en cuanto cruza el umbral.El avión, por su parte, es todo menos silencioso.
Es un nido de risas demasiado fuertes, de bromas que estallan como balas perdidas. Las conversaciones se superponen, vivas, ensordecedoras, como para llenar el vacío que dejamos, él y yo. Y luego está Tania.Tania está en todas partes.
Su presencia tiene el olor penetrante de un perfume demasiado pesado, que se adhiere a la piel hasta el asco. Está hermosa, más que nunca esta mañana, con esa sonrisa carnívora que parece decirme que ya estoy perdida.Se sienta frente a mí, piernas cruzadas, sus uñas pintadas tocando la bandeja. No necesita hablar para que sienta lo que está tramando. Tiene en la mirada ese deseo ardiente: verme romperme.
— No estuviste aquí anoche, Mila, dice con una voz falsamente inocente. Una pena, te perdiste algo.
Su voz se arrastra como un veneno dulce.Desvío la mirada. Si la fijo, corro el riesgo de traicionar la tormenta que me destroza. Pero Tania nunca suelta una presa cuando huele la sangre.
— Sabes, Nolan y yo hemos… digamos… ocupado bien la noche.
Sonríe, lenta, provocativa. Siento el calor subir a mi rostro, mi garganta cerrarse.Se inclina un poco más, lo suficiente para que sienta su perfume quemando mis fosas nasales.
— Es increíble, no te imaginas… Creo que no tenía ganas de dormir.Cada palabra es una hoja clavada bajo mi piel. Mis dedos se crispan en el apoyabrazos, mis uñas casi rasguñando la tela.
Quisiera gritarle que se calle. Quisiera mirar a Nolan, arrancarle la verdad. Pero no digo nada. Porque una palabra de más, y sabrá que ha ganado. Mi mirada acaba deslizándose involuntariamente hacia él. Nolan. Está allí, al otro lado del pasillo, sentado, el rostro cerrado. Comandante. Autoritario. Inalcanzable. ¿Lo ha oído? Sí, seguramente. ¿Le importa? ¿O está usando este silencio como un arma para castigarme?Trago todo.
La duda. La ira. La quemazón que sube por mi garganta.Y sonrío. Una sonrisa falsa, cortante como una navaja.
— Me alegro por ti, Tania, digo, mi voz glacial como un golpe de viento. Pero deberías ahorrar tu voz. El día puede ser largo. Ella arquea una ceja, divertida. — Oh, estoy en plena forma, no te preocupes, responde, sus ojos brillando con una malicia que me dan ganas de arrancarle esa sonrisa.Luego su voz cae en la cabina.
Fría, autoritaria, sin apelación.— Suficiente.
Una sola palabra, pero suena como una orden militar. Las conversaciones se apagan. Incluso Tania se endereza, atrapada en ese tono que no deja lugar a réplica. — Todos en su puesto. Despegamos en dos minutos.Me quedo paralizada.
No me mira. Tampoco la mira a ella. Simplemente impone el silencio, como un muro entre nosotros.El vuelo comienza.
Mantengo los ojos fijos en la ventanilla, como si el cielo pudiera tragar mi dolor, disolverlo en su inmensidad. Pero nada se borra. Cada risa que estalla aún en la parte trasera me taladra los oídos. Cada vibración del avión me recuerda que estoy atrapada aquí, a pocos pasos de él, incapaz de hablar, incapaz de huir.Siento sus miradas. No todo el tiempo, no. En destellos. Como ráfagas heladas que caen sobre mi nuca.
Nolan. No dice nada. Ni una palabra. Y este silencio es peor que todo.Aprieto los puños, mis uñas hundiéndose en mis palmas hasta casi arrancarme la piel.
¿Se va a girar hacia mí? ¿Va a decir que Tania miente? ¿O me va a confirmar, con este silencio, que es verdad?No se mueve.
Así que me quedo allí, inmóvil, tragando este dolor que late en mis sienes como un tambor de guerra.






