Elena entró por la puerta como un huracán amoroso, cargando bolsas, cajitas y un peluche enorme que tenía una bufanda azul pastel. Anne iba detrás, sonriendo con ese brillo cómplice que ya reconocía en ella cada vez que estaba involucrada en algo de Ethan.
—Alice, cariño — Ethan me conto dijo Elena abrazándome—, no sabes lo felíz que me hacen y lo difícil que fue elegir solo esto. En Nueva York me quería traer una tienda completa.
—Lo sospeché —me reí, observando la montaña de cosas mientras levantaba una pequeña manta de estrellas—. Ahora entiendo por qué Ethan es tan exagerado. ¡Lo heredó de ti!
Elena soltó una carcajada sonora.
—No lo digas dos veces o te llena la casa de pañales para un año.
Anne añadió con humor:
—Créeme que ya planeó eso. Si por él fuera, tendría un inventario profesional.
Nos reímos juntas, pero también sentí el corazón cálido. Tenía un equipo alrededor que me hacía sentir sostenida, incluso en la distancia.
—Mañana viajo a Washington —dijo Anne mientras guard