Regresar a Boston después de esos días tan intensos en Washington me dejó una mezcla rara en el pecho. Extrañaba mi casa, mi rutina, mi taller… pero al mismo tiempo, algo dentro de mí se quedó allá. O mejor dicho: alguien. Richard...
Nunca pensé que un bebé de apenas 11 meses pudiera abrirme el pecho de esa manera. Era como si cada vez que lo miraba, algo profundo en mí decía “hogar”. Tal vez eran las hormonas, tal vez era la maternidad despertando… o tal vez era él. Ese pequeño que se aferró a mí como si ya supiera quién era yo.
Cuando llegué a casa, el silencio fue pesado. No era un silencio de paz… sino de ausencia. Me dejé caer en el sofá y acaricié mi vientre.
—Bueno, bebé —susurré—… ahora somos tú y yo otra vez. Pero parece que tenemos un pequeño intruso adicional robándonos el corazón.
Apenas unas horas después me escribió Ethan: “Recién la niñera llegó. Gracias por tu ayuda, cariño. Richard se quedó dormido de inmediato…
AL otro dia vuelvo a mi rutina, en la galeria, Claire