Los dos días siguientes fueron un vacío insoportable.
Intenté distraerme en la galería, fingiendo normalidad, enterrando mis emociones bajo correos y pinceladas secas. Pero cada rincón me hablaba de él… el aroma a café recién molido, su taza olvidada en el escritorio, su risa filtrándose entre los pasillos del arte.
Ethan no había ido desde aquella noche.
Y aunque mi corazón gritaba por saber de él, el orgullo me sujetaba el alma como una cadena fría.
No iba a ser yo quien lo buscara. No después de lo que vi.
A media tarde, mientras revisaba un inventario, la puerta se abrió con el sonido seco del viento.
Era Aron, su amigo, con el rostro cansado y la mirada de quien carga noticias pesadas.
—Alice, tenemos que hablar —dijo sin rodeos—. Ethan lleva dos días sin salir de su penthouse. No come, no duerme… apenas respira. Tragué saliva. pero no respondi fingiendo indifierencia.
Me limité a cruzar los brazos y mostrar una calma que no tenía.
—Eso no es asunto mío —contesté con una frialdad