Me quedé muda por un instante. Tenía razón. Y eso dolía más de lo que quería admitir.
—No es tu culpa —hablé, demasiado rápido—. Rafael, no hiciste nada malo. Yo fui quien... —tragué saliva—. Yo fui quien debería haber sido más sincera contigo.
Me miró, confundido.
—¿Sincera sobre qué?
—Sobre mí... sobre lo que está pasando entre Alessandro y yo. O lo que pasó. —Desvié la mirada, sintiendo mi rostro calentarse—. Es todo un desastre. Y yo... no quise ponerte en el medio de eso.
Rafael soltó una risa irónica, pero no había alegría ninguna en ella.
—Ya estoy en el medio, Larissa. Desde el momento en que entró a esa sala echándome como si fuera cualquier pasante.
—Lo sé. —Bajé la cabeza—. Y siento mucho eso.
—Sabes, nunca imaginé que fuera de ese tipo. Tan controlador... tan mezquino. —Se pasó la mano por el cabello, irritado—. Siempre pensé que el problema era entre ustedes dos, pero ahora parece que el problema... soy yo. Solo por estar cerca de ti.
—No eres tú —insistí—. Es él.