Mi corazón se apretó con esa respuesta. La sinceridad en su voz me impactó de lleno. Bajé la mirada un segundo, respirando hondo, antes de levantar otra vez los ojos y mirar a Gabriel.
Él se volteó hacia mí, muy despacio, con esa manera sensible suya.
—Mami... Julia... y los hombres malos...
Me acerqué a la cama con calma y toqué su manita con cariño.
—Julia está bien, mi amor. Se fue a casa a descansar, pero mañana viene a verte. Y los hombres malos... fueron arrestados. Ya no te van a lastimar, ni a Julia, ni a nadie.
Gabriel asintió con la cabecita muy levemente, como si todo aquello todavía se estuviera procesando dentro de él. Fue cuando la puerta del cuarto se abrió otra vez, y Rafael entró con la doctora Sandra.
Gabriel lo vio y sonrió más abiertamente.
—Papi... los hombres malos no vuelven, ¿verdad?
Todo se detuvo. Rafael se quedó paralizado en la puerta, la doctora también, y el clima se puso pesado en el aire como si el cuarto se hubiera vuelto más estrecho. Sentí la