71MalakiHoras antesEstaba sentado en mi trono, tallado en huesos y cuero, cuando arrastraron a Naevira ante mí. Mi oráculo. Mi prisionera. La bruja que había criado desde que sus padres —ilusos y débiles— me la entregaron creyendo que la cuidaría como a una hija.—Estúpidos, —murmuré mientras movía el pie con impaciencia—. Creyeron en mis promesas…Naevira me miró desde el suelo, encadenada, con los ojos endurecidos por la furia contenida. Esa mirada insolente que tanto me recordaba a su madre.—Bruja, —dije, mi voz se deslizaba como aceite hirviendo—. Dime… ¿es ella?—¿Quién? —musitó, fingiendo ignorancia.—La que regresó. La loba. ¿Es ella la que he estado esperando?Una chispa cruzó por sus ojos. Se quedó en silencio por un segundo, hasta que suspiró.—No sabes lo que haces. No querrás meterte con esa loba… no ahora que él está a su lado.Fruncí el ceño.—¿Él? —espeté—. ¿Te refieres a Magnus?—Sí. Es el mejor alfa de la región. Uno de los favoritos del Concilio de la Sangre Anti
73EvaMi transformación completa me tomó por sorpresa.No fue suave ni elegante como otras veces, no… Esta vez fue brusca, salvaje, como si algo dentro de mí —algo más antiguo, más profundo que el instinto— hubiese despertado con un rugido ensordecedor.Fue Mina.Su grito… no fue sólo el de una loba. Fue el clamor de una diosa furiosa que había visto caer a su otro yo.Magnus.Su cuerpo, fuerte e imbatible, se doblaba de rodillas mientras el veneno le robaba el calor de la vida.Y yo... yo entré en pánico.Una cosa era estar molesta con él, querer patearle el orgullo por arrogante, incluso odiarlo un poco por las cosas que no podía perdonarle...Pero no lo quería muerto.Nunca.Mina rompió las últimas cadenas que quedaban. La fusión fue completa, total, y cuando abrí los ojos de mi forma lupina, ya no quedaba humanidad, sólo furia.Furia y amor.Una combinación que convierte a cualquier hembra en un arma imposible de detener.Salté sobre el primer enemigo, mis colmillos se cerraron s
74EvaLa sala olía a sangre.A su sangre.Lo llevé como pude, mi cuerpo cubierto de lodo, heridas y el recuerdo aún ardiente de la batalla. Magnus apenas respiraba, su pecho subía y bajaba en intervalos irregulares y yo podía sentir cómo el veneno se expandía con lentitud, robándole lo poco de fuerza que aún tenía.—¡Abran paso! —grité al llegar a la puerta de la sala médica—. ¡Necesito ayuda ahora!Los guerreros se apartaron. Yo no esperé. Lo llevé dentro, su cuerpo enorme colgando sobre el mío como un peso sagrado que no podía, ni quería, soltar. Lo recosté con cuidado sobre la camilla metálica, mientras mis manos presionaban con desesperación la herida de su pecho. El calor espeso de su sangre se pegaba a mi piel, y me sentí de nuevo al borde del abismo.—¡Tiene veneno en la herida! ¡Hay que extraerlo ya! —alcancé a decir, jadeando.La doctora llegó corriendo, seguida por dos asistentes.—Luna, debe salir. Déjenos trabajar.—¡No! ¡No me voy a ir! ¡Yo puedo hacerlo, tengo entrenami
75Eva—Luna...—Luna...Alguien me llamaba desde la distancia, pero mis ojos se negaban a abrirse. Mi cuerpo pesaba como si fuera parte del mismo lecho en el que yacía, y, sin embargo, podía escuchar cada sonido a mi alrededor: los pasos suaves, las voces apagadas, los suspiros de preocupación.¿No puedo despertar? me pregunté a mí misma, atrapada en algún rincón de mi mente.Miré a los lados —o eso creí hacer— y no vi a nadie. Solo esa oscuridad espesa que se siente cuando una parte de ti ya no sabe si pertenece al mundo de los vivos o al de los que se quedaron atrás.Y entonces, algo cambió.Una mano pequeña, cálida, dulce... se posó sobre la mía. No era imaginaria. Era real. Me ancló. Como si alguien hubiera arrojado una cuerda desde la superficie para sacarme del abismo.—Mami... ¿estás ahí? —susurró Kristal con su vocecita angelical, quebrada por las lágrimas contenidas.Y entonces...—¡Mami! ¡Mami! —llamó Kristen, insistente, temblorosa.Sentí un golpe en el pecho, una presión
76Eva Cuando Sofía me soltó, sentí que mis piernas temblaban, pero antes de que pudiera derrumbarme, Cedric me sostuvo. Me abrazó fuerte, como cuando estábamos y yo era la valiente en esos casos, pero él sabía que por dentro me estaba rompiendo.—Shhh... —susurró junto a mi oído—. Ya no estás sola, ¿me oyes? Estoy aquí, y no me pienso ir.Hundí la cabeza en su cuello, dejando que por un segundo el peso del mundo cayera sobre sus hombros. Cedric, el que siempre tuvo una sonrisa, ahora me hablaba con una seriedad que me arrancó una lágrima silenciosa.—Pensé que te perdía —dijo sin soltarme—. Que después de todo lo que has pasado, te ibas a quebrar del todo.—Me rompí un poco, Cedric —confesé con voz baja, ronca, cansada—. Él estaba ahí... y luego no. Estaba sangrando, y no podía hacer nada. Me quedé vacía. Perdida. No sabía si yo también me había ido con él —vi a Sofía llorando en silencio y sabía que me entendía.Él me apartó con delicadeza para verme a los ojos, y alzó una mano par
77EvaLas brujas se me quedaron mirando un largo rato, como si buscaran algo más allá de mi piel, como si trataran de leer mi alma. El silencio se volvió tan espeso que hasta el aire parecía contener la respiración.Finalmente, Fiorella habló con esa calma que a veces me irritaba por lo serena que sonaba incluso cuando decía cosas terribles.—No es tan sencillo, Luna Eva.Su voz era suave, pero no tibia. Escarlata bajó la mirada, como si el peso de lo que sabían fuera más grande que cualquier magia.—¿Qué no lo es? —pregunté, sintiendo cómo la desesperación me subía por la garganta como bilis—. ¿Ir a buscarlo? ¿Traerlo de vuelta? ¿Salvarlo?Fiorella negó lentamente con la cabeza.—Hades ha reclamado a Cerverus, el lobo de Magnus. Lo tiene con él, en el inframundo. Y el veneno... el veneno comprometió seriamente los órganos de tu compañero. Sin su lobo, el cuerpo humano no sanará del todo. No puede regenerarse como lo haría normalmente. Se está apagando... lentamente.Me quedé en sile
78Cerverus El aire era denso, cargado de muerte y viejos juramentos rotos. Cada paso que daba sobre el suelo rojo y quebradizo del Inframundo retumbaba como si el mundo me recordara que ya no pertenecía al reino de los vivos. No completamente.Hacía siglos que no sentía esta prisión en mi pelaje, esta ausencia de tiempo, este silencio insoportable que solo Hades parecía disfrutar.—Siempre supe que regresarías —dijo esa voz seca y serpenteante desde la oscuridad.Me giré lentamente. Ahí estaba él, sentado en su trono de obsidiana, con los ojos encendidos como brasas bajo la sombra de su corona retorcida. El Dios de la Muerte. Mi carcelero.—No vine por voluntad propia —gruñí, mostrando los colmillos.—Y, sin embargo, estás aquí. Has cruzado la línea —sonrió con cinismo—. El cuerpo de tu anfitrión fue envenenado, sus órganos comprometidos... ¿y tú qué hiciste? ¿Lo protegiste? ¿Luchaste? No. Huiste.—¡No lo abandoné! —rugí. Mi eco estremeció los pilares negros del salón—. Salí porque e
79EvaEstábamos en la sala ritual, rodeadas por velas negras y blancas, incienso ardiendo y un símbolo antiguo dibujado con sal de luna en el suelo. Escarlata sostenía un grimorio con páginas que parecían respirarse a sí mismas. Fiorella vertía gotas de sangre sobre un cuenco de cristal.—¿Por qué no me dijeron antes qué estaba en juego? —pregunté con rabia contenida—. ¡Es él! ¡Es Cerverus! ¡El alma del lobo de Magnus está atrapada con Hades!Fiorella me miró con solemnidad.—No es tan simple, Luna Eva. Para traerlo de vuelta, necesitamos el verdadero nombre de tu loba. Solo entonces podremos invocar el vínculo que aún la une al Inframundo.—¿Su nombre…? ¿Mina no es su verdadero nombre? —cuestioné.Escarlata negó con la cabeza. Su expresión estaba teñida de respeto… y de miedo.—No. “Mina” fue el nombre que tu subconsciente le dio para protegerte. Un velo. Un disfraz —confiesa.—Silencio… veo algo —dijo Escarlata callándonos de inmediato.—¿Qué ves? —pregunté obcecada.— Tu loba... t