91. Un silencio denso
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Magnus
El silencio era denso cuando el líder humano llegó.
Venía escoltado por dos soldados más jóvenes, con el rostro endurecido, pero los ojos delataban el miedo que les recorría las venas. Su líder, un hombre alto, de rostro curtido y mirada calculadora, se detuvo al ver los cuerpos cubiertos en una esquina, bajo sábanas blancas, colocadas con respeto.
Frunció el ceño.
Miró alrededor, notando a sus hombres heridos, algunos con vendas improvisadas, sin armas, desarmados en todos los sentidos.
Caminó con paso firme hasta nosotros. Yo permanecí detrás de Eva, sin moverme. Su aura, su fuerza, lo eclipsaban todo. No necesitaba alzar la voz para dominar una escena.
—¿Y bien? —dijo él, alzando el mentón con arrogancia contenida—. ¿Qué quieren de mí?
Eva dio un paso adelante, su bata ondeando levemente por la brisa, y respondió con esa voz templada que usaba cuando estaba a punto de dejar claro su dominio.
—Queremos que dejen de buscar lo que no se les ha perdido en mis tierras —dijo el