25. Torrente de imágenes

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Evelyn

Me sentía bastante conmocionada por lo que había dicho esa mujer. El ambiente aún estaba impregnado de la tensión de todo lo ocurrido, y el médico, con tono firme, anunció:

—Creo que la paciente debe descansar —dijo el médico, viendo mi rostro ojeroso.

La mujer, sin soltar mi mano, respondió con voz serena:

—Por supuesto, sí… vendré después —dijo Mara.

Antes de que quisiera o pudiera irse, apreté sus manos, sin querer soltarla. Con una mezcla de duda y esperanza la miré.

—¿Te puedes… quedar? —le pregunté dudosa, tal vez tenga cosas que hacer.

Ella me sonrió con una mirada acuosa y, suavemente, contestó:

—Claro que sí, mi ángel —sonrió más brillantemente.

Inmediatamente, un suspiro de alivio escapó de mis labios y le devolví la sonrisa. En mi interior, anhelaba respuestas; y solo ella, con su calidez y comprensión, podía dármelas.

—Hermanita, nos vemos después. Iré a ver a mis sobrinas —me guiñó un ojo antes de alejarse.

Atónita, casi sin poder creerlo.
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