497. Cerrar los ojos.
Narra Dulce.
Me pierdo en el reflejo de su mirada como quien se adentra en un abismo del que no quiere regresar, y aunque lo tengo tan cerca, aunque su piel roza la mía con esa calma previa a la tormenta, siento que dentro de mí algo se resquebraja, como si mis ojos ya no fueran los mismos de antes, como si él lo supiera y yo no pudiera esconderlo. Tomás me acaricia despacio, con la seguridad de quien ya ha recorrido este camino demasiadas veces, y sin embargo en sus movimientos hay algo distinto, más contenido, más consciente, como si cada roce de sus dedos fuese una despedida disfrazada de deseo.
—¿Qué piensas? —pregunta en voz baja, con los labios tan cerca de mi oído que me eriza la piel.
Quiero responderle que pienso en la foto, en las dudas que no me dejan dormir, en esa sensación de que su voz la conozco de antes, de mucho antes, como si hubiera estado en mi vida desde siempre, pero me muerdo las palabras y solo me abrazo a su cuello, buscando en la fuerza de su cuerpo un refug