486. Ser la versión mejorada.
Narra Dulce.
Me despierto con su olor todavía pegado a la piel, con su respiración mezclada en mi memoria como si hubiera pasado apenas un segundo desde que me dormí enredada en sus brazos, y lo primero que pienso al abrir los ojos no es si tengo hambre, ni qué hora será, ni siquiera si Sami me escribió, sino si él está cerca, si me está mirando, si todavía piensa en mí de la misma forma en que yo no dejo de pensar en él, y esa urgencia me arde como una droga, me sacude, me obliga a levantarme y buscarlo como si no pudiera soportar un solo instante sin su presencia.
Lo encuentro en el salón, sentado con esa postura suya imposible, recto pero relajado, con un vaso de whisky en la mano aunque aún no es ni mediodía, y me quedo un momento en la puerta mirándolo porque me parece increíble que me mire como me mira, como si yo fuera algo precioso, algo digno de su tiempo, y al mismo tiempo siento el peso de esa mirada que me atraviesa, que me desnuda más que mis propias ganas de mostrarme.
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