427. Lo que no se toca.
Narra Dulce.
El calor de su cuerpo todavía me quema la piel, pero lo que en verdad me quema es lo que no dice, lo que esconde entre las arrugas de la frente y ese silencio tenso que deja flotando en el aire después de cada caricia. Hay un olor espeso en la habitación: mezcla de sudor, pólvora, cigarrillos apagados y deseo mal resuelto.
Estamos acostados en esa cama demasiado chica para tanto pasado.
Bruno fuma un cigarro que no termina de gustarle, lo sostiene entre los dedos como si fuera una excusa para no hablar.
Yo, envuelta en la sábana mal doblada, lo miro.
El humo sube como si pudiera esconder las palabras que no quiere largar.
Entonces me acerco.
Pongo una mano sobre su pecho.
Siento ese ritmo irregular, esa bestia que late dentro de él con la misma furia que yo siento dentro mío desde que tengo memoria.
Me apoyo en el codo, y sin rodeos, como quien ya no quiere más vueltas, le pregunto:
—¿Quiénes eran los de la foto?
Bruno no responde enseguida.
Exhala el humo por la nariz, c