428.
428. Comprobaciones y mentiras.
Narra Bruno.
El cigarro se consume entre mis dedos sin que lo fume. Lo dejo arder. Me gusta mirar cómo se quema algo que no puede quejarse.
Apoyo el codo en el borde de la ventana, el cuerpo medio encorvado, la espalda cargada de pensamientos, y desde arriba veo a mis muchachos moviéndose como hormigas en el patio.
No confío en nadie.
Pero esta vez, tuve que confiar.
Le pedí a Lucas que contactara a Sosa.
El viejo Sosa.
Viejo, torcido y carísimo.
Archivista retirado de la Federal, dueño de una memoria fotográfica y una caja fuerte de documentos que no existen en ningún sistema.
Lo que él tiene no se consigue ni con diez jueces comprados.
Le pedí algo muy específico:
Todo lo que tenga sobre Ruiz. El verdadero. El fantasma. El rey desaparecido.
Y si había algo sobre una hija, sobre Europa, sobre alguna desaparición silenciosa en los años del exilio… que me lo traiga.
Tardó tres días en responder.
Y cuando lo hizo, me pidió una cifra absurda.
Un número que