412. Lo hago porque te amo. Pero no te lo voy a decir.
Narra Dulce.
No hay beso que duela más que el que das para salvarle la vida a alguien que no querés perder.
Volvemos al hotel.
El mismo hotel donde la noche anterior éramos dos nenas riéndonos con los pies sucios y olor a cigarrillo en el pelo.
Hoy, entro del brazo de un mafioso, con los ojos secos de tanto llorar por dentro, y una máscara pintada de indiferencia en la cara.
Bruno va a mi lado.
Lleva su mejor sonrisa de psicópata contenido, como si fuera un empresario turbio saliendo con su amante menor de edad.
Los empleados del lobby ni parpadean. La plata todo lo compra, incluso el silencio.
Subimos.
Y yo siento que cada paso me arranca un pedazo del alma.
Sami abre la puerta.
Tiene el pelo atado como pudo.
Los ojos hinchados.
Y una remera mía que alguna vez le dije que no tocara.
Me mira.
No entiende.
Tarda segundos en procesar lo que ve: yo del brazo de él.
—Dulce…
Quiero abrazarla, quiero pedirle perdón. quiero decirle que la amo, pero no puedo.
Si lo hago, la matan.
Miro a Brun