354. El eco de las reinas.
Narra Lorena.
La memoria es una cárcel más silenciosa que esta.
Y también más traicionera.
En este cuarto blanco donde la luz nunca se apaga del todo, donde las paredes huelen a químicos y control, donde los espejos no devuelven nada más que la imagen que otros eligieron para vos, yo me vuelvo a mí misma como quien tantea una grieta en una celda subterránea, una posibilidad de escape que no es del cuerpo, sino de la conciencia.
Él no está. Tomás.
Eso ya es raro.
No me gusta cuando se ausenta sin previo aviso, sin su perfume caro y su voz de actor de doblaje, sin su necesidad constante de controlarme incluso cuando finge ternura. No me gusta porque su ausencia es el anticipo de algo. Y en este lugar todo lo que se anticipa, duele.
Estoy sola, pero no desarmada.
Fingí durante días que lo creía, que me rendía, que me entregaba a su devoción enferma, a sus caricias sin alma, a sus palabras untadas de miel pero llenas de agujas. Cada vez que me rozaba el pelo, que decía “con vos todo va a