336. La última función (primera parte)
Narra Ruiz.
Lo primero que pienso cuando bajo del auto es que el silencio de esta zona no es natural.
No es el silencio del descanso, ni del abandono, ni del olvido. Es un silencio contenido, tenso, de esos que preceden a las explosiones o a los aplausos. Como el que se escucha segundos antes de que se abra el telón en una obra de teatro vieja, cuando los actores ya están listos detrás del decorado, y el público no sabe todavía que lo que va a ver, lo va a cambiar para siempre.
Eso es lo que se siente ahora.
Frente a mí, el edificio ruinoso de la vieja Clínica de Niños San Rafael. Cuarenta años cerrada. Pintura descascarada, vidrios rotos, carteles oxidados colgando como dientes flojos. Pero la puerta de entrada no está trabada. No hay cadenas. Solo una hoja de roble que cruje cuando la empujo con la mano derecha, mientras con la izquierda ya tengo la pistola desenfundada.
Entro.
El interior está en penumbras. Las luces del pasillo parpadean como si supieran que alguien las mira. Y en