33. Las ratas y la furia.
Narra Ruiz.
La noche cae como una trampa lenta sobre la ciudad que ahora, más que nunca, me pertenece… o eso me gusta pensar. Hay algo podrido entre las paredes de este nuevo imperio, lo siento en los huesos, como si el concreto mismo susurrara traiciones en cada rincón. Pero lo que no esperaba era encontrarla en mis propias narices. En mi escritorio. Dentro de esa carpeta.
Una carpeta simple, sin marca, deslizada entre papeles comunes. La abro por costumbre, y al principio no me parece nada. Pero entonces, ahí está: la foto. El nene de mirada intensa, ojos oscuros, la piel pálida como la de ella. No necesito ver el certificado para saberlo, pero lo leo igual. El nombre. La fecha. El sello de adopción. Unas iniciales que me sacuden las tripas.
—Hijo de puta… —murmuro, pero no sé si hablo del crío, del que se lo llevó, o de mí por no haberlo visto antes.
El escritorio tiembla bajo el puñetazo que le meto. No me importa. Ni los papeles volando. Ni el tipo que asoma por la puerta como si