325. Las ruinas también respiran.
Narra Ruiz.
No sé qué es peor: si el silencio de la noche o el zumbido estúpido del motor del auto. A esta altura, todo me taladra los nervios. Llevo cuatro días durmiendo en pedazos, con la cabeza apoyada contra un vidrio o un arma. Como en los viejos tiempos. O peor. Porque ahora no es mi pellejo lo que está en juego. Es el de ella.
Dulce.
No puedo ni pensarla sin que se me anude el pecho.
El papel que encontré esta mañana tenía la tinta corrida, como si lo hubieran escrito con lágrimas o whisky barato. Solo una frase:
“Si querés verla, vas a tener que entrar. Solo. Punto de encuentro: Las Ruinas del Matadero, 00:00.”
¿El estilo? Demasiado dramático para un secuestro común. Demasiado bien escrito. Tiene perfume de guión. De alguien que cree que la muerte es arte. Ya me crucé con tipos así. Psicópatas con pretensiones de autor. Les gusta mirar, les gusta dirigir.
Y yo… yo fui un actor de lujo. Hasta que la función se les fue de las manos.
—Frená acá —le digo a Nando, el único que me