300. Boca del lobo.
Narra Ruiz
Una noche más en esta ciudad enferma.
La humedad me trepa por la espalda como si me conociera.
No tengo sombra; solo hambre.
La mía y la de los que me siguen con la vista, desde ventanas rotas, desde pasillos mugrosos donde el diablo alquila piezas por hora.
Barracas.
Más al sur, donde las ambulancias no entran y la policía se disfraza de ciego.
Vine porque la carta decía "Regina 1422".
Ni una palabra más.
Solo eso.
Y la puta máscara.
Camino sin apuro.
No se corre en el barrio si no querés que te disparen por deporte.
Mis botas suenan secas en la vereda.
El aire huele a meo viejo, paco y metal oxidado.
Una mezcla que en otro tiempo me hubiera hecho reír.
Hoy me hace pensar en ella.
Dulce.
Y sí, también en Lorena.
Pero esa es otra fiebre.
Regina 1422 es una casa tomada, o eso parece.
Pero no está vacía.
Nada está vacío acá.
Golpeo la puerta.
Dos veces.
Espero.
Escucho pasos.
Alguien respira del otro lado.
Después, un clic.
Una mirilla se abre.
—Decí la palabra —dice una voz