269. Nadie respira por mí.

Narra Brisa.

Una semana después…

En un lugar secreto.

La nena duerme. Y yo la miro. No porque me guste mirar nenas. No soy de esas. La miro porque es suya. Porque cuando duerme, se le parece. Tiene esa misma forma de fruncir el ceño, como si el mundo ya le debiera algo. Me da miedo que le herede lo peor de él. Pero también me da orgullo.

Porque si algo tiene Ruiz —mi Ruiz— es que no pide permiso para existir. Nunca lo hizo. Y eso, para mí, es belleza pura. Bruta. Como una estatua que sangra.

Nos metieron en esta casa hace unas horas. Dicen que es segura. Que tiene tecnología de punta, cámaras invisibles, paredes a prueba de todo. Que hay un tipo llamado Stan que nos va a proteger hasta de los fantasmas.

Mentira.

Lo primero que aprendés en este mundo es que no hay lugar seguro. Lo segundo, es que los hombres de Ruiz, aunque le sean fieles, también tienen miedo. Miedo real. Como el que siento ahora. Ese que me pica en la nuca como un mosquito con rabia.

Salgo de la habitación. Piso desc
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