211. El filo de la jaula.
Narra Lorena.
No sé si es ironía o una maldición. Justo ahora, cuando todo estaba por suceder, cuando los últimos engranajes del plan estaban aceitados, Ruiz decide que es hora de reunir a sus hienas en un festejo clandestino. Una reunión con sus antiguos socios, con la niña y conmigo a su lado, como el premio de su teatro de poder. Justo ahora. Justo cuando la mujer —mi aliada más inesperada— me dice que mañana por la noche es la última oportunidad para escapar. La única. La definitiva.
Y todo se enreda.
La mujer, de pie junto a mí mientras fingimos doblar sábanas, me habla entre dientes. Nadie escucha, pero igual le tiemblan los dedos. Sus ojos viejos están rojos, como si no hubiera dormido en días.
—Si no lo hacés mañana —murmura—, no vas a poder hacerlo más. Después la casa va a llenarse de tipos, y la seguridad se va a duplicar. No te van a dejar ni respirar sola. Esa noche, con la reunión… va a haber movimiento. Y distracción. Pero también riesgo.
—¿No puede ser otro día?
—No. D