210. La fruta podrida.
Narra Brisa.
Luisito es un idiota.
Pero a veces, los idiotas sirven.
El auto avanza lento por la ruta secundaria. Me gusta cómo suena la grava bajo las ruedas, como huesos rompiéndose. Me da paz. Hace horas que no digo nada. Él intenta llenar el silencio con música, comentarios estúpidos, cigarrillos baratos. Lo dejo. Me sirve que se relaje, que crea que hice las paces con mi destino.
No sabe que ya decidí otro.
—Che, Brisita… ¿te jodés si te cuento algo? —me dice de repente, tragando saliva como si fuera veneno.
Lo miro de reojo. Tiene esa cara de nene al que le están por retar.
—¿Qué?
—El jefe… anda raro, ¿viste? Más contento. Más tranquilo. Desde que volvió con… ella. Con Lorena.
Mi nuca se tensa.
—¿Qué dijiste?
Luisito duda. Le tiemblan los dedos sobre el volante. Pero ya habló, ya es tarde.
—Que… que parece enamorado de vuelta. De Lorena. Que anda con la bebé, que hasta pasearon juntos. Todos en la casa lo comentan. Que ella lo acompaña a las reuniones, que lo calma.
Me cuesta re