203. La mujer que no miente.
Narra Ruiz.
La noche cae como una bala lenta. Afuera, la ciudad respira su aire viciado, y adentro, en mi mansión, la sangre se calienta con otros humos. Hoy no me importa el negocio, ni los socios, ni los problemas. Hoy quiero una verdad. Una sola. Y voy a sacarla con la boca, con las manos, con la verga si es necesario.
Camino por el pasillo largo, alfombrado como un teatro en ruinas. Las cámaras me siguen. Todo me sigue. Pero no importa. Hoy voy a verla. A ella.
La puerta se abre. No golpeo. Jamás lo hago.
Lorena está sentada junto a la ventana, con una bata suelta, el cabello recogido en un moño descuidado que le da un aire de madre joven y puta antigua al mismo tiempo. Cuando me ve, no se sobresalta. Sonríe. Tranquila. Como si me esperara. Como si yo fuera lo único que calma su día.
—Pensé que no ibas a venir —dice con voz suave, sin rencor.
Cierro la puerta. Me acerco. La observo. Está preciosa. No porque se haya arreglado. Sino porque ya no se resiste.
—¿Y por qué no vendría? S