195. Ningún fuego sin cenizas.
Narra Gomes.
No todos los días me despierto sabiendo que me están vigilando desde adentro.
Desde que mis dos hombres aparecen en bolsas negras y el forense con la garganta rebanada, Asuntos Internos me respira en la nuca como si olieran algo podrido en mi cajón… y no se equivocan. Pero no se trata de mí. Se trata de él. De Ruiz. Del tipo que todos daban por muerto, desangrado, borrado del mapa. Yo lo vi levantar imperios con una sonrisa y prenderles fuego con una carcajada. Y ahora, por alguna razón que no entiendo, el tipo vuelve. Más salvaje. Más impredecible. Y con una mujer desaparecida. Y una beba que nadie vio nacer.
Lo raro es que no hay pruebas de nada. Ni una puta foto, ni una llamada pinchada, ni una denuncia. Lo único que hay… soy yo. Mi obsesión.
Y Pame.
—La descripción que diste no sirve, Pame. Casas con galería y patio interno hay por todos lados.
—No era solo una galería —me dice, cruzada de brazos, con ese tono de mina que juega a ser víctima y cómplice al mismo tiempo