150. La fiera que sangra.
Narra Lorena.
Afuera todo parece en llamas, pero no hay fuego. Es solo mi respiración golpeando el aire frío, la vibración del helicóptero que me retumba en los huesos, y la certeza de que estoy a segundos de desaparecer del mapa.
Torrez me toma del brazo como si fuera una compañera de asado, con esa jodida sonrisa que no se le borra ni cuando el viento le despeina el alma. Me guía hacia la luz como si me estuviera cuidando... pero yo ya sé. Lo sé desde que escuché ese disparo seco y vi esa manchita de sangre en su cuello. Ese hijo de puta mató al chofer como quien se saca una curita.
Y ahora me lleva ante él.
Él.
No necesito verlo para saber que está ahí. Lo siento, como una presión en el pecho, como un animal hambriento acechando desde la sombra. El helicóptero lo escupe todo: ruido, poder, y la figura que me quitó la vida antes incluso de tocarme.
Pero todavía tengo algo. Un último truco. Un último hilo de esperanza.
El celular que Gomes me dio. Está en el bolsillo interno de mi ca