102. La rabia me late en las sienes.
Narra Ruiz.
Me quedo un rato en la penumbra. El cigarro arde entre mis dedos como si tuviera más derecho que yo a respirar esta noche.
La cama aún caliente detrás mío. El cuerpo de Lorena impregnando el aire con ese perfume que me confunde, que me arrastra, que me jode.
Me jodió muchas veces, en muchos sentidos. Pero esta última... esta última no se la perdono.
El celular vibra en la mesita. Uno de mis hombres. Uno que todavía respira por misericordia, no por mérito.
—¿Qué mierda querés ahora? —escupo, sin dar margen para titubeos.
—Jefe… la camioneta de Clarita apareció. Abandonada. Pero ni rastro de ella ni del maletín. Parece que se bajó en la terminal, hay cámaras, pero no sabemos si tomó algún micro.
Aprieto el puente de la nariz con dos dedos. La paciencia es un lujo que no puedo permitirme.
—Escuchame bien, imbécil. Tenés veinticuatro horas para encontrarla. Si no, te busco yo, y no vas a tener adónde escapar. Y te juro que lo que le iba a hacer a ella, te lo hago a vos… y sin