El teléfono se deslizó lentamente entre sus dedos hasta caer en su regazo, como si el peso de aquella llamada fuera demasiado para sostenerlo. Pero no fue solo el teléfono lo que se le resbaló… también se le escapó el aire, la cordura, la fuerza que había reunido durante todos esos días para marcharse.
Valeska se quedó ahí, completamente inmóvil, con los ojos abiertos pero sin ver, con los labios entreabiertos pero sin poder articular palabra. Los latidos de su corazón le martillaban las sienes con una violencia que jamás había sentido.
Su mente intentaba procesar las palabras que acababa de oír, pero era como si hubieran sido lanzadas a un pozo profundo dentro de ella, un pozo donde todo se ahogaba.
Lisandro.
Accidente.
Inconsciente.
Emergencia.
Y ella… ella tenía que salvarlo.
Pero no podía ni ponerse de pie.
Sentía las piernas heladas, como si de pronto fueran ajenas a su cuerpo. Adrián seguía dormido sobre su pecho, totalmente ajeno al caos que se había desatado dentro de su madre