El bullicio del aeropuerto los recibió como una corriente que no cesaba, una marea humana de despedidas, encuentros, prisas y maletas rodando por pisos relucientes. El aire olía a mezcla de perfumes, café y nervios, y la voz automatizada que anunciaba los vuelos resonaba entre las paredes con esa frialdad robótica que contrastaba con la carga emocional de cada persona allí dentro.
Fabricio avanzaba con paso firme, sin soltar el equipaje que arrastraba ni despegarse demasiado de Valeska, que caminaba a su lado con Adrián dormido entre los brazos, como si el bebé fuera su única ancla en un mundo que ya no se sentía del todo suyo.
Mientras pasaban los controles, hablaban de lo esencial. Que al llegar debían buscar el auto que les enviaría el amigo de Goran. Que tenían que ubicar primero el lugar donde se alojarían antes de ir a conocer el nuevo bufete de abogados en el que Fabricio comenzaría a trabajar y donde ella tendría también un espacio si decidía retomarlo todo. Que había que camb