El sol apenas comenzaba a filtrarse por las persianas del ventanal principal cuando Lisandro, vestido con camisa blanca y pantalones oscuros, ajustó con cuidado el reloj en su muñeca izquierda. Frente al espejo del recibidor, repasó cada detalle de su atuendo con una seriedad casi ceremonial. Después de semanas fuera por su recuperación, ese día marcaba su regreso oficial a la empresa.
No era solo trabajo, era una manera de cerrar una etapa difícil y comenzar otra. Una donde todo, incluida su relación con Valeska, se sentía más firme.
Valeska se movía por la cocina con una rutina casi silenciosa. Llevaba una bata ligera y el cabello recogido en un moño alto, desordenado pero encantador. Preparaba el desayuno con movimientos ágiles: café recién hecho, pan tostado con mantequilla y huevos revueltos. La cafetera burbujeaba con su característico sonido mientras el aroma se extendía por toda la casa.
Por alguna razón, sin embargo, esa mañana le resultaba diferente. Se sentía más pesada, co