CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7

MONSERRAT

Siempre consideré a Julián como un amigo súper especial, casi un hermano. Pero en los últimos años, mis sentimientos hacia él comenzaron a cambiar. Lo quiero mucho, más de lo que debería querer a un amigo. Y jamás podría considerarlo un hermano.

El último fin de semana vino a casa. Charlamos un rato, pero todo fue raro. La conversación no fluyó como siempre. Tal vez sean los nervios por la competencia. Entrar en ese programa es muy importante para él. Desde el año pasado, me lleva y trae del colegio en uno de los coches de la empresa de mi abuelo. Pero este mes, con todas sus actividades, no puede hacerlo. Por eso, mi abuelo contrató a Javier, un chofer. Aunque debería estar sacando mi licencia, el miedo a conducir me paraliza. Supongo que tiene que ver con la muerte de mis padres en un accidente automovilístico.

Mi abuela me avisa que Javier me está esperando. Me miré una última vez al espejo y salí a su encuentro.

—Buenos días, señorita —me saluda con cortesía.

—Buenos días —respondo con una sonrisa forzada.

—Espero que esté muy bien. Ya tiene mi número; estoy a su disposición. Llamame cuando me necesite.

—Muchas gracias, Javier.

El trayecto al colegio transcurrió en silencio. Al llegar, la primera persona que veo es Juan. Lo cual me parece raro, no debería estar en otra parte.

—¡Monserrat! ¿Cómo estás? —me dice con su sonrisa habitual.

—Juan, muy bien. Qué sorpresa ¿Qué haces aquí?

— Te estaba esperando. Sé que tienes colegio, he venido a ayudar a mi padre con unos arreglos en las canchas pero ¿podemos almorzar ? ¿Qué te parece ?

—¡Claro, porque no! Hoy es mi día menos favorito. No veo la hora de que termine. sé que a ti te gusta. Te encanta el derecho, la política, las ciencias sociales. en cambio a mi no las odio pero no me gustan.

—Sí, pero está bien que tengamos gustos diferentes y te puedo ayudar en esas clases. Sabes que estoy estudiando Derecho. Por cierto, ¿por qué no te trajo Julian hoy?

—Esta semana son las finales de las carreras y ya no asiste al colegio por eso mi abuelo contrató a un chofer para que me lleve.

La conversación fluye como siempre, pero hay algo en el aire, una incomodidad que no sé si viene de mí o de la ausencia de Julian. La mañana avanza lentamente. Sin él a mi lado, me siento más sola que nunca.

En el almuerzo, me reuní con Irina en la cafetería y me acuerdo de la propuesta de Juan

—¡Irina! Hola, ¿y Elena?

—Nos cambió por Leo. Aunque ya se vieron todo el fin de semana.

Me río, pero me siento un poco distraída.

—¿Cómo estuvo tu día?Creo que seremos 3 hoy —le aviso.

—Lento. Voy atrasada en todo. Ya quiero que terminen las clases. ¿3?

—En la mañana me crucé con Juan y me dijo que almorzaremos juntos en la cafetería.

— ¿en serio? y dónde está ? mandale un mensaje ¿quieres que me vaya?

— Noooo por favor no me dejes sola. Hoy me sentí sola todo el día.

—¿Por Julian ? a propósito ¿Cómo le está yendo en las competencias?

—Bien, está dentro de los primeros lugares. Tengo fe en que entrará al programa.

Irina se inclina hacia mí con aire conspirador.

—El sábado en la noche lo vimos con Carolina. Me cae fatal, pero estuvieron juntos en casa de Leo.

—Pensé que iban a terminar. Me dijo ayer que vino a almorzar a casa.

Irina me mira con una mezcla de lástima y preocupación.

—No sé, Montse. No parecía que hubieran terminado. Y tú sabes cómo es él. Sale con todo el mundo. A la única que trata diferente es a ti, porque te ve como su hermana.

Mi corazón se encoge.

—No somos hermanos, Irina.

Ella suspira.

—Lo sé, pero también sé cuánto lo quieres. Y ambas sabemos que eso nunca va a funcionar.

Por suerte a lo lejos vemos que Juan viene corriendo hacia nosotras y el tema de Julian por el momento finaliza.

Intenté no pensar más en las palabras de Irina, pero su comentario me acompañó durante toda la tarde. Pienso en escribirle a Julian, pero cada vez que abro el mensaje, lo borro. No quiero sofocarlo justo en estos momentos tan importantes.

Durante el almuerzo, Juan me invitó al teatro a ver una orquesta y ante la atenta sonrisa de Irina dije que sí. Me vestí con cuidado, eligiendo un vestido sencillo pero elegante. Mi abuela entró a mi habitación antes de salir.

—Estás muy linda, mi niña. Deberías invitar al muchacho a la casa. Lo quiero conocer.

Sonrío nerviosa.

—Todavía es pronto, abuela. Cuando esté lista, lo traeré.

La noche con Juan fue tranquila y agradable. Me sentí muy cómoda con él, aunque no puedo evitar compararlo con Julian. Al despedirnos, me preguntó si quería hacer algo el fin de semana, pero ya tenía planes: las carreras finales y la ceremonia de premiación de la empresa de mi familia.

—Es importante para mí estar allí. Quiero empezar a involucrarme más en la empresa.

Juan asintió con una sonrisa comprensiva, pero hay algo en sus ojos que me hizo pensar que no está del todo convencido.

volví a casa y seguí pensando en Julian. ¿Por qué se siente como si me hubiera traicionado, cuando ni siquiera somos algo más que amigos? Me acuesto con esa pregunta rondando mi mente, sabiendo que, tarde o temprano, tendré que enfrentarla.

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