CAPÍTULO 160
MONSERRAT
Julian no se lo espera para nada.
Oficialmente, nunca volvimos a ser novios. Nunca acepté sus proposiciones formales, ni sus anillos improvisados, ni esas miradas que pedían sin palabras que dijera “sí”. Pero no me engaño.
Sé que somos familia desde hace mucho tiempo.
Quizás desde antes de volver a encontrarnos, cuando la vida nos unía sin que lo supiéramos. Desde esa primera vez que lo vi subirse a un auto de carreras con los ojos llenos de fuego, o desde aquella tarde en que yo lo ayudé a reparar su primer karting viejo con piezas que ni siquiera encajaban bien.
Siempre estuvimos destinados a encontrarnos, a pelear, a separarnos y a volver.
Siempre.
Por eso, Julian no tiene ni la más mínima idea de la sorpresa de hoy.
Le pedí que viniera a una pista de kartings. La misma donde veníamos de niños. Donde él dio sus primeras vueltas, y yo presenté mi primer prototipo de auto de juguete hecho con latas y tornillos oxidados.
Todo está listo.
Los chicos del circuito