CAPÍTULO 68
JULIAN
El murmullo de la ciudad queda atrás en cuanto atravieso las puertas de vidrio del edificio de la caballería Belmont. El eco de mis pasos sobre el mármol me resulta familiar, casi reconfortante, aunque en mi interior una parte de mí se retuerce. Han pasado tantas cosas desde la primera vez que crucé este vestíbulo, desde ese contrato inicial que firmé con la ayuda de mi padre. Hoy, en cambio, camino solo acompañado de mi abogado, el señor Martínez, pero con un peso en el pecho que no consigo sacudirme.
Estoy decidido. No voy a cortar el único vínculo que me queda con Monserrat. Tal vez sea masoquista, tal vez esté aferrado a una ilusión muerta, pero este equipo es más que una caballería: es el puente que aún me une a ella. Y no pienso dejarlo caer.
—¿Seguro de esto? —me susurra Martínez mientras esperamos el ascensor.
—Más seguro que nunca —respondo sin apartar la vista del panel metálico que refleja una versión cansada de mí mismo.
—La McLauren ofrece condicion