CAPÍTULO 67
MONSERRAT
El sonido del mar se mezcla con la brisa cálida que entra por el ventanal. Llevo días sintiéndome suspendida en una burbuja, como si el tiempo se hubiera detenido desde que llegamos aquí. Las playas son de un azul que parece pintado, las ciudades que visitamos tienen un encanto casi irreal y las noches… las noches están hechas de pasión y risas. Con Ignacio todo se siente tan fácil, tan pleno, que a veces temo que sea un sueño del que en cualquier momento voy a despertar.
Me descubro sonriendo sin razón mientras caminamos descalzos por la arena, mientras compartimos un cóctel con nombres exóticos o cuando me envuelve entre sus brazos en las habitaciones de los hoteles que parecen palacios modernos. Mi esposo. Todavía me resulta extraño pensarlo así, pero también me llena de orgullo. Ignacio es mío, y yo soy de él.
Sin embargo, también soy consciente de que nunca me ha gustado tener secretos. Y yo tengo uno que he estado guardando desde aquel día en la iglesia. C