MONSERRAT
El verano se me escapaba entre los dedos como arena tibia. Apenas me daba cuenta y ya era un nuevo día, otra salida, otro recuerdo que se acumulaba sin darme respiro. A veces pensaba que todo ocurría demasiado rápido, que me hubiera gustado poder detener el tiempo para saborear cada instante. Pero al mismo tiempo, esa intensidad lo hacía único.
Mis abuelos seguían sin estar convencidos de mi relación con Julián. En más de una ocasión, durante las cenas familiares, alguno de ellos dejaba caer comentarios disfrazados de consejos:
—Monserrat, no te precipites. Tenés toda la vida por delante —dec&ia